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TU SEÑOR

Parece que hay una gran confusión en muchas mentes en cuanto a la manera precisa mediante la cual lograr la realización y la armonía.

La única solución está en contactar el Poder Divino que mora dentro de tu propia alma, y hacer que ejerza su influencia sobre las diversas dificultades de tu vida, tomándolas en el orden debido; esto es, atacando primero a las más urgentes. El verdadero remedio para todas y cada una de tus dificultades está, según se nos dice en todas las páginas de la Biblia, en encontrar y conocer a la Presencia Interna.

            “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz” (Job 22:21).

Esta, entonces, es la única tarea: encontrar y conocer conscientemente a tu Señor Interno. Ahora ves cómo desaparece la confusión, y la perfecta sencillez de todo el asunto emerge una vez que realices este hecho.

COMIENZA HOY

El primer paso que el estudiante diligente tiene que dar es establecerse en un método definitivo de trabajo, seleccionando el que más apropiado le parezca, y dedicándole seguidamente un esfuerzo equitativo. El meramente leer libros, hacer buenas resoluciones o hablar razonablemente acerca del tema, no te llevará a ninguna parte.

Consíguete un método definitivo de trabajo, practícalo concienzudamente a diario; y permanece con ese método el tiempo suficiente para darle una oportunidad justa. No deberías esperar tocar el violín con dos o tres intentos, o manejar un automóvil sin algo de práctica previa.

Ponte a trabajar sobre algún problema concreto en tu propia vida, escogiendo preferiblemente lo que te esté causando el mayor grado de perturbación en el momento o, mejor aún, aquello a lo que más miedo le tengas. Trabaja en ello con constancia; y si nada ha pasado, si no se ha manifestado ninguna mejoría en lo externo, digamos, en un lapso de dos semanas, entonces trátalo sobre otro problema. Si todavía no obtienes resultados, entonces descarta ese método y adopta otro. Recuerda, ¡claro que hay una salida!; esto es tan cierto como que el sol sale por la mañana. El problema no radica en deshacerse de tu dificultad sino en encontrar el mejor método para que lo hagas.

“…Todo cuando pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.” (Juan 16:23).

SIN ORACIÓN NO SE OBTIENEN RESULTADOS

Sólo hay un método para progresar espiritualmente, y éste es la Práctica de la Presencia de Dios. La humanidad está continuamente tratando de descubrir algún atajo, pero como de costumbre, el hombre perezoso acabará trabajando más a la larga; y habiendo desperdiciado su tiempo en deambular por senderos secundarios. El fracaso y el sufrimiento finalmente le llevarán a la realización de la gran verdad de que no hay sustituto para la oración; esto es, espaciarse conscientemente en el Ser de Dios.

Si tu naturaleza intuitiva está bien desarrollada, pocas serán las veces que te será necesario usar afirmaciones formales. Esto es excelente, ya que, ¿quién se pondrá a usar una escalera pudiendo trepar el muro de un salto?

No debe pasarse por alto el hecho de que mucha gente de hecho realiza la totalidad de su trabajo con afirmaciones formales de la Verdad, y obtiene buenos resultados trabajando de esta manera. No estamos hablando aquí de repetir afirmaciones como un loro. Aquellos que trabajan como loros inevitablemente harán las demostraciones de los loros –permanecerán en la jaula. De un buen trabajador que usaba las mismas frases todo el tiempo, decía un amigo lo siguiente: “Él constantemente usa las viejas afirmaciones, pero les imprime un sentimiento nuevo cada vez”.

“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras.” (Salmo 145:18).

LA PERSISTENCIA PRODUCE RESULTADOS

La oración es lo único que puede efectuar un cambio en tu vida. Si tu voluntad va directamente a Dios mediante una oración sencilla y afirmativa, podrás curar tu cuerpo, traer paz y armonía a tu vida, y hacer una realidad del bienestar.

A veces viene el desánimo cuando la respuesta no se recibe inmediatamente, pero Dios está trabajando en el plano invisible, y lo que a nosotros nos toca es ser persistentes. La persistencia en la oración es una expresión de nuestra fe, ya que mediante nuestra persistencia estamos afirmando nuestra creencia en que la respuesta de Dios será evidente.

            “…la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. (Lucas 18:1).

Por Emmet Fox